No
soy original: este desopilante e inteligente relato ya está circulando en
múltiples y dispares ámbitos. La mayor tarea fue certificar quién es su autor:
William Scholl,
a
quien solicito me disculpe algunas ligeras modificaciones de estilo (mis manías sobre las comillas...), y
la eliminación de siglas en honor a los lectores que no son argentinos.
Con los ornitorrincos no, ¿eh?
Un
domingo Joaquín Morales Solá editorializa en La Nación, afirmando que el
gobierno tendría listo un plan para eliminar a todos los ornitorrincos del
territorio nacional.
A
la noche, Lanata, luego de hacer su monólogo disfrazado de ornitorrinco, se
despide con un primerísimo plano rogándoles a los televidentes que hagan algo
para parar el exterminio.
Al
día siguiente Clarín titula: «Feroz embestida del gobierno contra los
ornitorrincos. Amenaza de extinción».
El
martes Bonelli se pregunta en TN: ¿Van a desapadezed los odnitodincos? ¿Cómo
afecta esto al bodzillo de loz adgentinos?
Y
Laje en C5N dice: «Ante la incertidumbre por la escasez de ornitorrincos, la
gente va a refugiarse en el dólar blue,
que va a volver a cotizar a más de diez pesos».
El
miércoles Macri saca un Decreto de Necesidad y Urgencia prohibiendo la cacería
de ornitorrincos en todo el territorio de la Ciudad de Buenos Aires.
El
jueves un notero de Canal 13 intercepta al ministro de Agricultura, Ganadería y
Pesca a la salida de su domicilio, y le pregunta cuál es el motivo por el cual
el gobierno decidió terminar con los ornitorrincos, a lo que el funcionario,
tras mirar el logo del micrófono del periodista para ver si no es una joda de
CQC, le contesta: «¡Pero si acá no hay ornitorrincos!». El notero se da vuelta hacia la cámara, y
dice: «En el gobierno no quieren admitir la existencia del plan de exterminio
de ornitorrincos».
Comienzan
a circular cadenas de mails que dicen: «Hoy somos todos ornitorrincos» y «Si
tocan a un ornitorrinco nos tocan a todos».
Carrió
declara que lo de los ornitorrincos es solo el principio, y que el gobierno va
por todo, incluidos los koalas y los osos panda.
Una
ONG con sede en Washington lanza una campaña con la consigna: «Fight against
argentinian dictatorship!! Save the platypus!!».
El
viernes De la Sota saca un Decreto de Necesidad y Urgencia prohibiendo la
cacería de ornitorrincos en todo el territorio de la provincia de Córdoba.
El
sábado Clarín y La Nación titulan: «Sugestivo silencio de la Presidenta sobre
el escándalo de los ornitorrincos».
El
domingo Morales Solá dice que un funcionario del gobierno (al que no
identifica) le confesó que decidieron dar marcha atrás con la matanza de los
ornitorrincos, porque se dieron cuenta de que la medida les iba a restar
votantes en las próximas elecciones.
Y
concluye: «Los ornitorrincos de la Argentina están a salvo gracias al coraje y
la determinación del periodismo independiente».
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¿Inteligente?
Sí. Porque la cadena de sucesos está extraída de la más pura realidad. Sucedió.
Solo que, en vez de hablar de "exterminio de ornitorrincos", Joaquín
Morales Solá la inició afirmando que el gobierno nacional iba a intervenir al
grupo de multimedios Clarín y el primero al que echarían sería a Lanata. No
citó ninguna fuente de información, ni en ese momento ni después. Nadie pudo,
en los días subsiguientes, encontrar alguna declaración de algún funcionario
del gobierno o, aunque sea, un mero gesto o una interjección que permitiera
siquiera suponer que el gobierno tuviera la intención de intervenir a Clarín u
a otro medio de comunicación, ni antecedentes en qué sustentar tal hipótesis.
Pero la bola de nieve echó a correr y se magnificó y se magnificó. La historia
cierra como un particular silogismo: como el gobierno no hizo lo que otros dijeron
que iba a hacer pero que no demostraron que iba a hacer, entonces no lo hizo
porque esos otros se lo impidieron al decir que lo iba a hacer.
Y uno, ya
con la cabeza hecha un lío, termina yendo a la Wiki, a certificar que uno será
medio tonto pero no está loco: nunca vio un ornitorrinco porque, efectivamente,
no los hay en Argentina. ¿O será que uno vivió siempre en Australia sin
saberlo?
Quienes
escribimos o intentamos escribir literatura de ficción nos encontramos ante un
obstáculo bastante extraño: los periodistas, que se supone están para informar
sobre la realidad, y los políticos, que se supone están para transformar la
realidad en beneficio de las gentes, se dedican, muchas veces, a crear
ficciones literarias.
¡Como
si fuera tan fácil publicar una novela, encima los medios de comunicación y los
políticos nos hacen competencia desleal!