Despertó temprano. Una
tibia luz ingresaba a través del ventanuco superior. Suave, apenas un trazo
luminoso. Del otro lado de la puerta venía un murmullo constante. Creciente.
Asombrado, apartó las mantas y, con lentitud de huesos viejos, se bajó de la
cama y caminó hacia la puerta. Raro: la puerta de la celda estaba entornada. Se
refregó los ojos, creyendo que lo traicionaban. Pero no era así. El murmullo se
colaba por la rendija apenas entreabierta. Por un segundo se sintió de nuevo
joven, el uniforme impoluto, las carnes firmes, y empujó la puerta con decisión.
Entonces los vio. Cubrían un pasillo que ya no parecía existir de tan ancho y
largo y alto que era. Apiñados hasta donde la vista pudiera alcanzar: eran
cientos y más cientos. Miles. Murmuraban y el murmullo ensordecía. Tendían las
manos pálidas hacia él, y él quiso retroceder, volver a su celda, cerrar la
puerta, ahora que por fin comprendía por qué esa puerta estaba entreabierta,
ahora que por fin miraba cara a cara a los muertos que había matado, y eran
miles, venidos de todas las tumbas, de todos los ríos y todos los pozos para
estar allí, justo allí, justo en ese momento. ¡Habían esperado tanto tiempo por
él!
El director del Servicio Penitenciario Federal confirmó que
Jorge Rafael Videla falleció por la mañana, de muerte natural, en el módulo 4
del Complejo Penitenciario Federal 2 de la ciudad de Marcos Paz, constatándose
su óbito a las 08.25 hs del día viernes 17 de mayo de 2013.
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