Uno, un buen día, se cruza en la calle con una vieja
amiga y descubre, con asombro, que el niño que lleva de la mano es su hijo
menor… Pero ¿cómo? ¡Si fue ayer nomás que secretéabamos secretillos
sentimentales en la clase de Historia, que para desdicha del profe caía justito
en la primera hora del día lunes! Entonces, así, de sopetón, uno se da cuenta
de que el tiempo ha pasado, y que uno, distraído como el que más, lleva varios
años sin recordar cambiar el calendario que está en la cocina, colgado en un
clavito, al lado de la alacena. Pero, en el fondo, no es que uno sea un
distraído capaz de salir a la calle con un zapato de cada color o equivocarse
con el menú y pedir un café con leche en vez de una milanesa con papas fritas.
Lo que sucede es que uno, simplemente, está ocupado viviendo, y vivir es tarea
de tiempo completo.
Así que pasan estas cosas. De pronto uno se da cuenta
de que ese loco proyecto —iniciado como loco proyecto y contra viento y marea— ya
lleva tres años. Y uno piensa, recuerda, mira hacia atrás, y comprende que en
estos tres últimos años siempre estuvo allí, día tras día: el número que se
acaba de publicar, el número que se está haciendo, el número que se hará apenas
descansemos unas semanas.
Al final, uno comprende que lo que sucede es que Prosofagia ya es parte de la vida de
uno. Que uno anda por allí, por la vida, y esas cosas que, en otros momentos,
captarían apenas la atención, ahora se transforman en "aquí hay una punta
de un buen ovillo a desenrollar en un artículo". Por ejemplo, eso. Por
ejemplo, otras situaciones. Porque Prosofagia
está en el fondo de la mente, es una compañía constante. Por eso uno no se da
cuenta de que el tiempo ha pasado y ya vamos por el número 15: porque Prosofagia no es una referencia del
mundo externo sino un pedacito de la propia vida. Uno ha llegado a querer a
este pedacito de la vida. Y uno, que siempre cree que hay tanto para mejorar
que no sabe por dónde empezar a mejorar todo lo que hay que mejorar, también
piensa que existe un salto de varios logaritmos entre este número 15 y el
primer número. Para bien, claro. Y uno piensa —también— que logramos mantener
un equilibrio que no siempre es fácil: sostener una línea de política editorial
definida y al mismo tiempo no atarnos a una estructura, a modelos rígidos. Prosofagia nació con la premisa de que
todo estaba por hacerse y teníamos la libertad para re-inventar la revista
número a número. Todavía es así. La única libertad que no nos dimos fue la de
considerar que era válido hacer un esfuerzo menor que el máximo esfuerzo que
éramos capaces de hacer. Todavía es así.
Antes de que se me caiga una lagrimita —uno, siempre
de lágrimas prontas…— finalizo esta entrada.
No sin antes colgar un cartelito que intenta ser —solo
intenta— una sutil e ingeniosa acción de marketing:
Prosofagia
15, ¿aún no la leíste? ¿Y a qué dejar pasar más tiempo para hacerlo? Es buena,
es gratuita y está solo a un clic de distancia de cualquier lugar en el que
estés:
(¿Alguien
cree que una empresa me contrataría para su departamento de publicidad? Quizás
sea mejor que deje caer esa lagrimita en vez de intentar incursionar en las extrañas
arenas movedizas del marketing y las ventas.)
9 comentarios:
Esther:
Nadie te contrataría como publicista. Pero todos te aclamarían como directora de cualquier proyecto. Felicidades por tu dedicación y por los logros realizados. Seguro que apenas es la etapa inicial de algo que será cada vez más grande y más importante en el mundo de las letras.
Saludos,
D
Aclaración: entre la primera y segunda oración de mi comentario anterior entiéndase que debe ir incluido uno de esos emoticones de amplia sonrisa (aunque un tanto socarrona). He aquí:
:D
un caloroso saluto dall'Italia...ciao
Esther, como directora de cualquier proyecto, incluso de ventas. Tu perspicacia es sutil, gentil y de mano dura, Eres mujer de triunfos, con tu ingrediente de mujer.
Un abrazo a ti, y a la gente que hace "Prosofagía".
Es cierto, Daniel, nadie me contrataría como publicista, jajaja (también echo en falta los emoticones...), salvo que ese alguien estuviese algo demente, ¿no? Te agradezco tu opinión en cuanto a poder dirigir un proyecto, aunque en el caso de Prosofagia se trata de un proyecto compartido, ¡por suerte, en caso contrario no hubiéramos llegado a los tres años!
Esperemos que siga, ¿no es así? Que sea, realmente, una etapa inicial.
Un abrazo,
Esther
¡Gracias, Giancarlo!
Hola, Edgardo, ¡qué bueno verte por aquí! Mil gracias por tus apreciaciones, aunque, de verdad, ¡nunca me propongas para dirigir un departamento de ventas! La empresa quebraría en dos o tres días, más o menos. Prosofagia es otra cosa, es un proyecto loco y a la revista la hacemos entre varios... Por eso llegamos a los quince números, ¿no te parece?
Un abrazo,
Esther
Enhorabuena por el nuevo número. Esta vez observo que no has dejado ningún cuento, pero sí una reflexión sobre las tertulias (curioso ese proyecto dialógico en que el argumento puede con la autoridad y transforma la perspectiva de gente como Manuel). Poco a poco iremos leyendo más artículos de este proyecto editorial que ya va cobrando ciertas dimensiones.
Con independencia de la calidad de los textos, también me llama la atención lo bien editados que están.
Saludos
¡Hola, dafd!
Las tertulias dialógicas sí que son interesantes, y una buena muestra de que, cuando se prioriza la argumentación, es posible disminuir el peso de las relaciones basadas en la autoridad. Pero qué difícil es pensar en pensar sin requerir de la autoridad, ¿no?
Me alegra que la edición te parezca buena; es una cuestión a la que le prestamos atención, o sea, ¡prestamos esfuerzo! Tratar de hacer mejor las cosas lleva más tiempo que no tratar de hacer mejor las cosas, pero es un tiempo bien utilizado. Creo. Me parece.
Abrazos,
Esther
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