Amo los espejos. Todos. Los de agua, incluso. Hasta los que deforman, y te ves con esa sonrisa de máscara de horror o gorda como un globo hinchado. Me enamoré de ellos cuando niña: “Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del Reino?” “Tú, mi Reina”. ¡Pobre Reina! El espejo la traicionó, él, su más íntimo confidente, su amante más apasionado... Mira que elegir a Blancanieves... ¿Blancanieves? ¿Quién puede considerar bella a esa jovencita pálida y fría? ¡Una imbécil y qué imbécil!... La engañaron con una manzana envenenada...
En fin, ya desde chiquita me enamoré de los espejos. Yo, la Reina. Yo, la más bella de todas. Eso es lo que siempre me decía mi papá. Pero él, como el espejito, también me traicionó. Un día descubrí que la quería más a mamá que a mí, que prefería mirarse en ella, reflejarse en ella, antes que en mí. No, no les voy a contar cómo lo supe, pero créanme, fue horrible. Mi primer espejo roto, como se dice. Quise irme de la casa, lo más lejos posible, pero —pensé— no debo huir como huyó Bancanieves, porque yo soy la Reina.
Como todos saben cuánto me gustan, siempre me regalan espejos en mi cumpleaños, para Navidad o el día de Reyes. En mi habitación hay muchísimos, algunos pequeñitos y otros enormes. Hasta debajo de la cama. Mi reflejo me mira desde todos los ángulos: el reflejo del reflejo de espejos reflejándose entre sí. Me gusta. Rodeada de mí. A veces, tarde en la noche, apago todas las luces y enciendo una linterna. Hago bailar el haz en el aire, entre las superficies y yo, y me invento historias a medida que se van descubriendo muchas mí, todas las mí, apareciendo y desapareciendo, con ojos extraños, con bocas sin dientes o dientes sin boca. Así es como empecé a escribir cuentos. Mis amigos dicen que son buenos cuentos; quizás, luego de terminar la escuela, me dedico a escribir. No sé. Por el momento no puedo, tengo que estudiar. A mi novio también le gustan los espejos. Sino, no saldría con él; odio hacer el amor si no hay espejos donde mirarme. Mi novio cree que es excitante, pero él no sabe apreciar cuánto. Yo sí. El espejo me refleja y yo reflejo al espejo y entonces ambos somos yo y ambos somos la imagen de yo. ¿Qué más se puede pedir?
A mi padre le tengo prohibido entrar en mi habitación; él no me comprende, no comprende la cualidad de los reflejos, la necesidad de los reflejos. Mi madre no puede decirme nada; me cuidé de que la enterraran con un espejito en las manos. Para que pueda verse, cuando los gusanos hicieran su tarea. Como se vio en el momento justo en que.... Me sonrío con delicia cada vez que recuerdo... A veces, también hay que romper algún reflejo.
8 comentarios:
Muy interesante, con esos cambios de carácter que pasan de una aparentemnte chiquilla a una joven con novio y actos amorosos y finalmente el giro hacia lo morbo, para terminar con la vanidosa intriga.
Me llamo Fernando: Bueno, muy bueno, sorprendente, digo con envidia. Me pregunto cómo no se me ocurrió a mí. Quisiera tener alguna información de Esther y honestamente, desearía qu esi lleva ese nombre fuera realmente una mujer.Soy aficionado a la escritura y me gustaría intercambiar paraeceres.
Esther, qué obsesiva esta chiquita con los espejos. Una egocéntrica de tomo y lomo. Quiere ser el centro de atención, así que cuando ve que el padre quiere a su madre, se siente traicionada. ¿Enamorarse de los espejos?, umm, yo creo que adora a los espejos porque la dejan verse a ella, que es de quien realmente está enamorada. “Rodeada de mí”, en tres palabras describen el carácter ególatra de esta jovencita. Llega al límite de llenar toda la habitación de espejos para verse desde todos los ángulos, hasta de noche utiliza una linterna, qué cosa. ¿Cómo se te ocurrió? ¡La llevaste al límite! Si hasta cuando hace el amor está más pendiente de ella y su reflejo que del novio, ¡por Dios! A ese pobrecillo que le hagan un monumento. “¿Qué más se puede pedir?”, bueno, a mí así a lo pronto se me ocurre que ir a un buen siquiatra : ). Y qué inquietante lo que cuenta al final de su mamá, ay, que no anda muy fina esta niña.
Recordaba este cuento de allá de los tiempos de la prehistoria, ¿puede ser? y ha sido un gusto volver a leerlo, con esa prosa fresca, ágil, que engancha.
No sé porque pones en la etiqueta que se supone que escribes, es irónico…escribes y lo haces requetebién.
Besos,
Margarita
Hola, anónimo
Gracias por tu comentario y tu valoración de muy interesante. La vanidad de ella, más que intrigante, creo que forma parte de una patología, y no de las más dulces, quizás.
Saludos,
Esther
Hola, Fernando
No me envidies, que seguramente se te ocurren estas ideas y otras mejores también. Por mi parte, la escritura es también una afición, que acompaña al trabajo y a la familia, en fin, a la vida...o forma parte de ella, mejor dicho.
Saludos,
Esther
Margarita, sí !allá en la prehistoria! (jejejejeje)
Pero algo modificado eso sí, sobre todo en el final (sabes, los finales y Esther... en fin, le hice caso a un par de críticas con respecto a la última oración y la eliminé)
La niña necesita más que un psiquiatra, a estas alturas. Sospecho que debe ser bastante inteligente, para convencer, dominar a los padres (bueno...a la madre...)al novio, "parecer" sólo una chica vanidosa y nada más. Como dices:
“Rodeada de mí” es clave para comprenderla. Sí, ama los espejos porque la reflejan. A ella, al centro del mundo, del universo... a quien papá debía querer por encima de todo y de todos.
Un gusto tu paso por aquí, Margarita.
!Y nos estamos viendo!
Besos,
Esther
Esther, este cuento recuerdo haberlo leído, no sé si lo has modificado, pero ahora lo vi un poquito distinto. Creo que lograste el toque exacto al final, me refiero a que la niña ni es tan inocente como aparentemente podría deducirse por su forma de pensar, ni es vanidosa. Simplemente está loca, y además, es asesina.
Me gustó. Tú sabes cómo me gustan los cuentos de terror, este esconde uno soterrado, que se debe descubrirlo con pinzas, porque hacerlo de golpe puede ser muy peligroso.
Te felicito, por el cuento y por tu blog, sobrio, sencillo, ¡Cómo se parecen los blogs a sus dueños!
Dicen mucho, sí.
Un abrazo,
Blanca
Blanca, hola, hola
Qué linda sorpresa que estés por aquí, y justo, justo en este cuento. !Claro que lo habías leído! Y sí, está algo modificado, y sobre todo en el final. Eliminé la última oración... que era una pregunta. Vos me habías criticado esa pregunta, y luego de pensarlo, encontré que tenías razón. !Así que nada más bienvenido a este cuento que tu visita, compañera! Me da la oportunidad de agradecerte los aportes...
Es, para mí también, un personaje oscuro, demente. No, no es inocente. ¿Terror? Mmm... a mí también me gustan estos relatos, aunque no suelo escribirlos.
Oye, gracias por el comentario al blog. La sobriedad, en fin, trato de mantenerla, aunque me cuesta no subir todo lo que me gusta!!!
Un cariño, Blanca
Esther
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