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9/11/07

Canción de cuna


Esta noche he llorado todas las lágrimas. Abrazada a mi osito de peluche, repasando mis días, aquellos, esos.

Cuando no llovía eterna, desoladamente, como ahora.

Me vengo arrastrando desde hace, ¿cuánto?, ¿un mes, dos meses? Esperando que los conflictos se resuelvan por sí mismos, o quizás una ayuda mágica, rezando los ruegos sin destinatario en quien creer.

Ya, mi querido, no me quedan fuerzas. Se me escurrieron en las horas interminables de las esperas, cuando el teléfono suena, pero no, pero equivocado, ¿por qué no marca correctamente, pedazo de estúpido? –no, no lo digo, soy respetuosa, tú sabes-, la campanilla de la puerta en silencio, espiar tras las ventanas, por si llegas, por si un milagro.

Mi padre apareció ayer, de improviso, ¡hacía tanto que no nos veíamos! Llovía ya, y entonces él rebuscó en la alacena, encontró un viejo paquete de harina, con gorgojos, pero mi padre no se amilana por tan poco. Tamizó la harina, preparó las tortas fritas, y me llenó el departamento de olor a aceite quemado; no me importó, porque el aroma a infancia me rescató el alma durante un rato, precioso rato. Tomamos mate y hablamos de doña Josefina y sus ropas estrafalarias, y del hijo de los del almacén, que está por recibirse de ingeniero, y de la boda de Marina y ese novio que se consiguió por internet, mirá vos, cómo son las cosas ahora. Saqué el viejo album de fotos, el de mi infancia, y lo recorrimos, sentados en el sillón, sonriendo con ésta y con la otra. Mi padre desgranó anécdotas de mi madre, de mi abuela, de esas mujeres fuertes que hay en mi historia. Pero yo, casi no las conocí.

No le conté nada, por supuesto. El no entendería. Ël todavía cree que me ha educado bien, que soy una persona honesta, que miro la vida sin dudar de sus límites y de sus bellezas. No lo saqué de su error. ¿Para qué? Él ya sufrió lo suyo. Sus arrugas no merecen mis oscuridades.

Hoy no fui a trabajar, claro. LLamé por teléfono, conté las mentiras de rutina, la garganta, un virus, la fiebre, la tos. La tos me sale bien, regalo de fumadora empedernida. La fiebre, ésa no la mentí. Me persiguió todo el día, ardiéndome en la piel y recargándome los ojos. Tomé un té a mediodía, pero no me animé a mi acostumbrado pastiche de aspirinas. Por las dudas. Era antes. Antes. Tú sabes, antes de ir.

La clandestinidad es tan difícil, querido. Tan sucia. ¿Porqué debemos vivir en este país de mierda? Por suerte no hubo complicaciones con mis alergias. Por suerte fue rápido.

Porque estaba sola, como sabes.

No tanto como ahora, con este difuso dolor en el vientre y los antibióticos y la sed y el teléfono que no suena y el timbre enmudecido.

7 comentarios:

Mónica Bezom dijo...

Hola, Esther: este cuento deberían publicarlo en todas partes, empapelar Buenos Aires, empapelar las iglesias, para ver si sucede el milagro de que afloren sentimientos, entre los muros monacales y no tanto que las guardan de los Angeles de la Guarda, que claro, en tanto tienen faena para rato mientras haya niñas arrojadas fuera de la juguetería y acunen un niño, tan niño/a como ellas. Entonces, se las deja solas. La sociedad y la religión, en pleno siglo XXI, las dejan solas, entregada a su propia Necesidad y Azar. Y al Angel de la
Guarda. Que si insiste, la religión se apresurará a excomulgarlo.
Dios Mío, qué cuento tan alegórico, tan sabio y doliente.
Lástima que no encontrarás siquiera quienes lo entiendan, o no quieran entenderlo.
Te felicito, de nuevo.
Un abrazo grande.

Esther dijo...

¡Ah, Turkesa, Turkesa! Este cuento da para muchos análisis ¿no es así? La protagonista no es una niña... pero lo que dices es muy cierto: niñas arrojadas fuera de la juguetería, solas, acunando un niño como ellas... están, aunque no se las desee “ver”, aunque no se desee saber que existen, allí, en la vida real. Solas. Hay soledades que son no sólo profundas, sino también extensas.

Cariños,
Esther

Hank dijo...

En esta historia casi es mejor terminar aún más sola, y que la soledad acabe siendo más profunda y menos ancha: peor sería si alcanzara y marcara vidas futuras, ¿no crees?
Al margen de las circunstancias que nos "acompañan", en el fondo estamos todos solos, todos..., solos.

Formalmente, la irrupción del padre en el diálogo interno me ha despistado bastante porque he pensado que a partir de ahí la cosa iba con él, pero no, viene a ser un fragmento más que le pasa por la cabeza a la narradora. Creo que es demasiado extenso ese párrafo, y que rompe la secuencia que guarda el resto del texto porque apunta cosas muy concretas, con nombres propios, que distraen la atención del estado emocional de la narradora.

Un abrazo (me alegro de que pasara por mi blog porque -discúlpame- se me había olvidado este estupendo sitio. Ya lo tengo guardado en mis favoritos, gracias).

Esther dijo...

Pues, me alegra que pases por aquí, Hank
Un comentario con fondo y forma...

Es difícil saber si su soledad terminaría siendo más profunda, de haber elegido otro camino; ésta es una de esas encrucijadas donde posiblemente el camino que se tome, sea cual sea, abra mundos distintos e impensados (en el sentido de imposibles de pensar, antes).

Formalmente... Mmm... a otros lectores justamente ese párrafo los cautivó. Entiendo lo que dices: un desequilibrio. En realidad, para ella, crecida en una familia de mujeres fuertes (en las que no se incluye, por lo menos en su pensamiento), hay dos hombres entre los cuales pivotea en ese momento. Uno de ellos es el padre, y con él, los recuerdos de una vida que ahora le parece más “limpia”. Se aferra a eso, para conseguir su propio equilibrio. De allí que creo que el párrafo es importante y debe parecerlo. Aunque, por cierto, es posible analizarlo como lo haces... y volverlo a pensar. Se agradece, entonces, la crítica...

Un abrazo,
Esther
PD: también adicionado tu blog a mis favoritos.

Ángel Vela dijo...

Buenas otra vez ;)

Un texto muy introspectivo. Un lamento personal que deja entrever una historia muy triste.Me gustó.

Un beso, nos leemos.

PD: comentarte que el texto tiene varias erratillas. Y doy por hecho de que es porque no te paraste a correguirla,(las estaba comentando, pero me pareció absurdo comentarte ese tipo de faltas a ti).

Esther dijo...

Me alegra que te haya gustado, Palabras. Este cuento tiene mucho valor para mí, en el sentido que fue el primero que escribí, justamente, desde una visión introspectiva, y centrando al narrador en un sentimiento como éste.

Los errores... gracias por recordarme que debo una corrección! Aunque te parezca mentira, me peleo duramente con el señor boogle, a la hora de editar entradas, y más aún al inicio del blog; el resultado ha sido un número exagerado de errores, sobre los cuales no he vuelto atrás siempre.

Nos leemos!
Esther

Esther dijo...

Me alegra que te haya gustado, Palabras. Este cuento tiene mucho valor para mí, en el sentido que fue el primero que escribí, justamente, desde una visión introspectiva, y centrando al narrador en un sentimiento como éste.

Los errores... gracias por recordarme que debo una corrección! Aunque te parezca mentira, me peleo duramente con el señor boogle, a la hora de editar entradas, y más aún al inicio del blog; el resultado ha sido un número exagerado de errores, sobre los cuales no he vuelto atrás siempre.

Nos leemos!
Esther