Este es un libro que me
resulta caro al alma. Su autor y yo recorrimos senderos de escribidas y lecturas durante un par de años y, sin saberlo cuando
nos conocimos, ya estaba viendo crecer el fuego que cobijaría estos cuentos. O
viendo crecer los cuentos que alumbrarían el fuego. ¿Cuál sería la mejor
definición? No lo sé.
Cuentos breves, incluso
brevísimos. Minificción en su más pura acepción. Se pueden leer en un instante
y, sin embargo, hay que leerlos con calma. O releerlo. Bajo la superficie se
esconden múltiples interpretaciones.
Es un libro de puertas y
ventanas que se abren, se cierran o espejan otras realidades. De tormentas y
lluvias que caen sin cesar. De camas en las que refugiarse, encima, debajo, al
costado, que esconden secretos, en las que los personajes a veces se acuestan y
otras se levantan para encontrar mundos insospechados, o que, también, cierran
la vida.
Es un libro que nos
muestra quiénes somos en nuestros miedos, nuestras esperanzas, nuestras
memorias. Las cosas más simples, un cenicero, un clavo, una calle, bastan para desplegar un abanico de posibilidades.
Y es, también, un libro
que habla de amores. Amores dulces y amargos, sensatos y trágicos. De los que
sobreviven al tiempo y de los que anidamos en la culpa. Amores al otro (aunque
sea diferente), a la vida, a la libertad. El amor, en estos cuentos, no se
circunscribe, no se limita, es una piedra que se tira al agua y crea ondas y
más ondas. Igual que la libertad.
Confieso que me fascina la
prosa des-acartonada de Edgardo. Sus narradores tienen una particular forma de
contar historias, muchas veces con un humor casi irónico, otras veces con dolor
genuino, pero siempre muestran una frescura, una sencillez, una capacidad de,
desde la particularidad del mundo del autor, dialogar con el lector, sea cual
sea la región de ese lector, que deriva en el maravilloso placer de leer sintiéndose en contacto con el narrador.
También confieso que el
sastre y la cebra son mis personajes favoritos. Que, alguna vez, también esperé
ese bus. Y que, por las dudas, me cuidaré de las hormigas.
¿Que qué?
La respuesta está aquí: