Pero qué cosa...
Cómo nos engañaste.
Nos ibas a dejar nomás.
Necesidad y azar
19/2/16
16/9/13
Borges por Piglia
Durante los cuatro
sábados de setiembre el escritor Ricardo Piglia charla, analiza y bromea sobre
Borges y el mundo literario.
Imperdible.
Para quienes vivan en
Argentina, sábados, 21 hs, TV Pública.
Para quienes no, los
videos están a disposición en:
TV Pública digital
(hasta el momento, solo el primer programa, espero que vayan actualizando la
página a medida que los programas se vayan sucediendo…).
Y en la columna lateral
se podrán encontrar otras opciones interesantes para quienes gustamos de la
literatura.
11/9/13
11 de setiembre de 1973
De Fundación Salvador Allende |
¿Cuántos supieron, cuarenta
años atrás, que en ese Santiago primaveral se jugaba no solo el futuro de Chile
sino también el de la Latinoamérica toda?
No lo sé.
Cuarenta años después,
en este mundo de maximización de ganancias, buitres financieros y bancos
codiciosos, con el alma que se nos va empobreciendo en la creencia de que un
automóvil nuevo nos dará la felicidad y que el individualismo y el exitismo son
valores culturales a apreciar, recurro a Gabriel García Márquez, quien así
contó ese funesto 11 de setiembre:
«A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas
desencadenadas de la subversión, Salvador Allende continuó aferrado a la
legalidad.
La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo enemigo
congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla
resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una
evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa.
La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema
desde el gobierno, sino desde el poder.
Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta
la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya,
una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero
y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder.
Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado Fidel
Castro y que fue la primera arma de fuego que Salvador Allende disparó jamás […]».
La verdadera muerte de un Presidente (GGM, 1973)
Y escucho a Pablo cantando, una y otra vez, desde
un lejano 1975:
Yo pisaré las calles
nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentado,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
de lo que fue Santiago ensangrentado,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
Porque la
cordillera no nos separa: nos une. A uno y otro lado nuestra historia sabe de
los libros y las canciones que quemaron las manos asesinas.
28/8/13
«Cuentos bajo el fuego», por Edgardo Benítez
Este es un libro que me
resulta caro al alma. Su autor y yo recorrimos senderos de escribidas y lecturas durante un par de años y, sin saberlo cuando
nos conocimos, ya estaba viendo crecer el fuego que cobijaría estos cuentos. O
viendo crecer los cuentos que alumbrarían el fuego. ¿Cuál sería la mejor
definición? No lo sé.
Cuentos breves, incluso
brevísimos. Minificción en su más pura acepción. Se pueden leer en un instante
y, sin embargo, hay que leerlos con calma. O releerlo. Bajo la superficie se
esconden múltiples interpretaciones.
Es un libro de puertas y
ventanas que se abren, se cierran o espejan otras realidades. De tormentas y
lluvias que caen sin cesar. De camas en las que refugiarse, encima, debajo, al
costado, que esconden secretos, en las que los personajes a veces se acuestan y
otras se levantan para encontrar mundos insospechados, o que, también, cierran
la vida.
Es un libro que nos
muestra quiénes somos en nuestros miedos, nuestras esperanzas, nuestras
memorias. Las cosas más simples, un cenicero, un clavo, una calle, bastan para desplegar un abanico de posibilidades.
Y es, también, un libro
que habla de amores. Amores dulces y amargos, sensatos y trágicos. De los que
sobreviven al tiempo y de los que anidamos en la culpa. Amores al otro (aunque
sea diferente), a la vida, a la libertad. El amor, en estos cuentos, no se
circunscribe, no se limita, es una piedra que se tira al agua y crea ondas y
más ondas. Igual que la libertad.
Confieso que me fascina la
prosa des-acartonada de Edgardo. Sus narradores tienen una particular forma de
contar historias, muchas veces con un humor casi irónico, otras veces con dolor
genuino, pero siempre muestran una frescura, una sencillez, una capacidad de,
desde la particularidad del mundo del autor, dialogar con el lector, sea cual
sea la región de ese lector, que deriva en el maravilloso placer de leer sintiéndose en contacto con el narrador.
También confieso que el
sastre y la cebra son mis personajes favoritos. Que, alguna vez, también esperé
ese bus. Y que, por las dudas, me cuidaré de las hormigas.
¿Que qué?
La respuesta está aquí:
10/8/13
Captcha
Letras estiradas y
compactadas y desvirtuadas. Números que violan la más elemental regla de la
escritura: que pueda diferenciarse el color de la tinta del color del fondo.
Y uno, con los ojos
bizcos, intenta una y otra vez demostrarle a un programa impiadoso que es él el
que es un robot y no uno, que uno, a Dios gracias, nació como Dios manda: de la
fusión de un óvulo y un espermatozoide y nada de ser uno de los niños de Brasil (la novela es del
montón, pero la peli está buenísima).
Seguramente los blogs
con mucho tránsito sufren un número elevado de ataques robóticos spamófilos.
Los que, como el mio, deben recibir escasas visitas… Pues no. En lo que va del
año apenas dos comentarios robóticos, y a ambos Blogger los envió derecho viejo
a la carpeta de Spam.
En síntesis: ¿hasta
dónde es útil mantener el sistema de captcha
en un blog? ¿Cuándo el azar requiere de una necesidad?
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