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2/10/09

Una interrupción en la lectura

Murió. Intentó cruzar la calle sin prestar la atención necesaria. Un camión. Me parece que el conductor no llegó a verlo; tampoco hubiera logrado evitar el choque, creo. Quedó tendido en el pavimento, casi partido en dos. De veras, no exagero: la parte superior y la inferior del cuerpo permanecieron unidas solo por la columna, el músculo y el cuero que lo recubre. El resto, abierto y con las vísceras extendidas en el asfalto. Mucha sangre, claro. Fue feo verlo allí, la mirada fija, turbia, los dientes encajados en las encías. Ignoro porqué sucede. Digo, que las encías queden así, expuestas. ¿Será eso que llaman rigor mortis? Enseguida la gente se amontonó a su alrededor; esos curiosos siempre aparecen, no sé de dónde, pero aparecen. Algunos se compadecían, otros gesticulaban, pero los más solo miraban. Una señora de trajecito sastre insistió en la necesidad de avisar a la policía, a los bomberos, a alguien que retirara el cadáver. No puede quedar esto acá, dijo. Me pareció una propuesta razonable, y pensé que uno de los presentes debería ocuparse. Entonces, antes de que algún curioso se fijara en mí, hice un bollito con la correa y el collar —ahora inútiles— y regresé al banco, a continuar leyendo bajo el cálido sol de otoño.

20 comentarios:

Jesus García L. dijo...

Mucho aprecio al animal no le tendría, digo yo.

Es curioso como los sentimientos a veces traicionan al ser humano. Una persona que pasea a su perro como todos los días, y como todos los días le suelta la correa y se sienta a leer en un banco mientras el animalito se desfoga. Pero ese día ocurre lo que siempre ha temido ¿y cual es su reacción? este estupendo texto.

Esther, siempre es un placer leer tus textos, y este desvela una condición que a veces ni siquiera sabemos que la llevamos, el miedo a ser descubierto, como responsable, irresponsable, culpable o simplemente humano.

Me ha gustado todo lo que insinúas en el micro, sobre todo el final donde; bajo mi punto de vista, dejas al lector pensando todo sobre el protagonista al desentenderse con la lectura.

Gracias por tu texto.

Un saludo.
Jesús

Sergio G.Ros dijo...

Jo, si te soy sincero, a mí me había costado comprender la historia. Hasta que no leí el comentario de Jesús no caí en que la dueña era ella, y casi que ni era un perro fíjate tú qué cosas... Estoy bastante espeso porque tras una relectura lo he comprendido perfectamente. Quizá haya sido el comienzo tan frío y aséptico del relato. Pero es un muy buen relato, un relato que indica la indiferencia y crueldad de la dueña.
Yo diría que es digna de protagonizar un peli de Hitchcock, por lo menos...Uy... qué miedito.
Excelente relato, Esther. Conciso y desconcertante.

Anónimo dijo...

Me ha pasado como a Deusvolt.

Siempre es un placer leer textos tuyos, ESther, y lo que más me gusta es lo bien que los ambientas.
¿Por qué Esther cree que escribe? Esther ESCRIBE.

Abrazos,

naTTs

Edgardo Benìtez dijo...

Un Saludo Esther:
Es un gusto leer algo tuyo.

Es un bello paseo por el amplio mundo de las emociones, ya lo dijo alguien: “el que le tiene miedo a la muerte, es por que le tiene miedo a la vida, porque la muerte es parte de la vida”.

Este texto tuyo me hace sentir que sentimentalmente estoy atado a alguien y que la muerte puede ser una de las causas de la separación.
Es un mar de emociones las que logras despertar, reavivar.
Me gusto por la manera explicita y sencilla que expones las ideas, que sin decir que es un perro, yo lo asumo como tal.
Gracias por tus textos con tanta escuela: de la vida y del precioso mundo de las letras.
Un abrazo.

Esther dijo...

¡Hola, Jesús!

“Me ha gustado todo lo que insinúas en el micro, sobre todo el final donde; bajo mi punto de vista, dejas al lector pensando todo sobre el protagonista al desentenderse con la lectura.”
Ah, qué bueno es leer esto… que el lector se quede pensando en el protagonista que se desentiende con la lectura, como si nada hubiera pasado. ¿Le tenía poco aprecio al animal? ¿Fue un mecanismo de defensa? Creo que lo primero, creo que no quería ni una pizca a su perro; quizás le era útil, pero nada más. Y luego viene lo otro: no quiere ser responsable, hacerse responsable. ¿Por indiferencia o por sentirse culpable?

Gracias por tu lectura, compañero… sobre todo por analizar la humanidad de la des-humanidad…

Un abrazo,
Esther

Esther dijo...

Jajaja, Deusvolt… no te creas que se trató de que estabas “espeso”… cuando lo subí en Prosófagos sucedió algo parecido. Creo que la cuestión pasa que uno no espera a un perro, desde el vamos no piensa en un perro como víctima de un accidente automovilístico. Y sí ayuda la frialdad del texto y la ausencia de identificaciones claras.

Ahora, si sería digna de protagonizar una peli de Hitchcock la dueña, jejejeje… ¡eso ya es miedo el que da!

Un abrazo,
Esther

Esther dijo...

Bueno, naTTs, le decía a Deusvolt… no es fácil de comprender, claro que no es fácil. A veces se me da por un exceso de “criptidez” en los textos, y quizá me paso de la línea.

¡Y se agradece el que piensas que ambiento bien!

Abrazo!

Esther dijo...

Qué bueno que pases por aquí, Lobo! Y sí, se trata de un perro, sí. Podría ser otra mascota… una mascota que se lleve a pasear con correa y collar. Pero asumo —también— que se trata de un perro.
Te diré que tu comentario me llamó mucho la atención… este cuento ha recibido comentarios de toda índole, pero es la primera vez que alguien le da vuelta al texto completamente, y rescata la imagen de la cual partió su escritura. Efectivamente, a un perro mío lo atropelló un camión, y quedó tendido en la calle, casi abierto en dos. Escribir este micro fue una forma de intentar exorcizar el dolor de una separación no querida con un animal al que quería muchísimo.

Un abrazo,
Esther

Blanca Miosi dijo...

Hola Esther!

Este cuento lo leí en el foro, pero siempre es bueno refrescar la memoria, :)

Contado desde la mirada casi indiferente de su propio dueño dueño(a), cuesta creer que exista gente con tanto desapego a sus mascotas, ¿porque mascote era, eh? si hasta tenía cadena y todo. Sin embargo, de manera brutal, ve cómo el pequeño animal es atropellado y sólo le interesa observar como un mirón más, ajeno a la tragedia que podría sentir cualquier dueño de mascota, y a través de sus ojos vemos el comportamiento de los que presencian el cuerpo casi partido en dos en el pavimento.

Un claro jueego con la imaginación del lector, que mientrs lee se pregunta, (en este caso yo) me pregunto: ¿Pero qué sucede aquí? y no es sino hasta las líneas finales cuando caigo en la cuenta que el narrador me mantuvo en completa ignorancia; el fallecido era un perro. Ni modo que sea un gato, pues estos no llevan correas.

Yo creo, y no me cabe la menor duda, que el dueño del animal, era un ser sin sentimientos. Prefería leer su periódico que ocuparse del perro. Y pensar que hay gente así.

Como siempre, Esther, un cuento que d gusto leer y comentar!

Besos!
Blanca

Rafael dijo...

Mmm... no sé, creo que este tipo de actitud incívica no puede sino generar un malestar en el lector. Tengo que suponer que es para destacar el interés por la lectura. Espero que no se tratase del niño de “Construcción del yo en la ciudad”.

Lo que más me ha gustado, porque sí me ha gustado, es el elemento truculento, las sangre y las vísceras, que yo creo que siempre quedan bien en un relato.

Saludos

ñam dijo...

a mí este texto me encanta, me parece francamente hábil. Supongo yo que en su mometo ya te lo babeé pero no importa, te dejo más babs mías por aquí
besos

ñam dijo...

Solo un detalle, el final.



"hice un bollito con la correa y el collar —ahora inútiles— y regresé al banco, a continuar leyendo bajo el cálido sol de otoño"

lo haría tal que así:

hice un bollito con la correa y el collar y regresé a casa.

es solo una idea ;)

ñam dijo...

o espera, por que ese título obliga...

así:

hice un bollito con la correa y el collar y regresé al banco, a continuar leyendo.

Creo que el cuento se entiende bien, en una lectura atenta se entiende más que bien.

besos

Esther dijo...

!Hola, Blanca!

Otra vez abandoné mi blog, jejejeje... Pero esta vez por menos tiempo que la última...

Confieso que el personaje de este cuento es un personaje que no puedo llegar a comprender. Existen personas así, lo sé, pero escapan a mi comprensión. La indiferencia, la frialdad extrema ante un animal que forma parte de la propia casa, vida, familia... No, no lo comprendo.

Ah, sí, el micro recién se termina de develar al final, aunque alguna pista hay antes. Un gato, al igual que vos... no lo veo con collar. Aunque te diré que no hace mucho ví a una señora, en la playa, paseando y llevando a su gato con una correa. Me pareció bastante insólito. ¿no?

Cariños,
Esther

Esther dijo...

Ah, Rafael, !no tenés cura alguna! Me dio risa tu apreciación acerca de que las vísceras y la sangre siempre quedan bien en un relato; algún día vos y yo tendríamos que ensayar el escribir algo juntos, a ver si logramos encontrar un término medio en el cual "encontrarnos", jejejeje.

Pues... aunque no como autora, pero sí como Esther, espero que el protagonista cause malestar al lector. A mí, sinceramente, me causa mucho malestar.

Oye, gracias por pasar por aquí. Ahora que has abierto blog nuevo, te enlazaré, si no te parece mal!

Abrazos,
Esther

Esther dijo...

Ñam, ñam, ñam... toda una alegría que andes por aquí.

Las babas se agradecen, y no importa que estén repetidas, jejeje. Eso de que el cuento es hábil... vaya, !cuánto me gustó!

También la modificación que proponés. Simplifica mucho la línea (cosa que viene bien para el estilo de este cuento) y... y... ¿cómo no se me ocurrió a mí? !Uff!

Besos!
Esther

Antony Sampayo dijo...

hola esther, leyendo este añejo cuento debe reconocer que coincido con Deusvolt, si no veo el comentario de Jesus Garcia pasaba la pagina creyendo de muerto a un humano, ¿que tal comentando fuera de lugar? luego de la relectura quedò todo claro, je je je, el unico remordimiento de la dueña era por la correa y el collar, saludos.ansape

Esther dijo...

Hola, Ansape

Bienvenido por estos lares...

Sí, es un poquito oscuro, ¿no es así?
La dueña/dueño: mejor perder que encontrarlo: ¡ningún cariño por el animalito!

Un abrazo!

Petrus Angelorum dijo...

Pues yo disfrute mucho.

En otro orden de ideas, encontré una supuesta fuente de este cuento, una caricatura de Quino.

Esther dijo...

Pedro, ¡hola! Pasé un rato preguntándome por qué había desaparecido tu comentario... Hasta darme cuenta que el comentario no estaba en la última entrada, jejeje.

¡Me alegra que te haya gustado! Y, oye, ¿una caricatura de Quino? ¿Podés pasarme un enlace, o alguna identificación para buscarla? No, no tenía "registrado" nada de Quino sobre este tema (la verdad es que el cuento es una vuelta de tuerca sobre un hecho real)y me interesa mucho.

Abrazos!
Esther