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26/1/09

El columpio

El chico de enfrente
Me quieree pegaar
Pooor un ajíiiiii



—¡Nena! ¡Bajá la voz! ¡No dejás dormir a nadie!

—Sí, mami…

—Hablo en serio. O hacés silencio, o te hago entrar… ¡y a la cama!

—Ta bien, mami…


La niña se impulsó de nuevo, envuelta en el viento del columpio subiendo, bajando, subiendo, la cara levantada al cielo y los ojos cerrados. El lazo carmesí en la cintura hacía juego con el que sujetaba su trenza: una nota de color en el blanco del vestido y de su piel translúcida asomando bajo las puntillas.


por un tomate,
poor una taazaa
de chocoolaateee


—¡Nenaa…!


Dejó de cantar. La luz de las estrellas atravesaba sus párpados, y ella no quería que la obligaran a cumplir el rito —absurdo, adulto— de encerrarse en la casa, en el dormitorio, entre sábanas que huelen a muerto y no al rocío que crece en las rosas y los jazmines, en los canteros prolijos y el césped recién cortado del parque.

Volvían de una juerga a las tres de la madrugada, zigzagueando por el medio de la calle.

Voces de borrachos, interrumpidas al observar, entre la maleza y el abandono y los postigos sucios de leyendas obscenas, un columpio subiendo, bajando, subiendo. Solitario, como si bastara la luz de la luna para impulsarlo.

19 comentarios:

Blanca Miosi dijo...

Leo este cuento una vez más y me produce el mismo vaho inquietante de cuando lo leí en el foro. Dices y no dices. Dejas que la mente afiebrada del lector sea quien dirija la orquesta.

Uno de tus cuentos más cortos, cuyo efecto es perdurable.

Besos,
Blanca

Edgardo Benìtez dijo...

Un saludo cordial.
Con el deseo de comentar “El columpio”
He leído atentamente tu cuento.
Cuando la mentalidad se atreve a emplear figuras donde aparecen fantasmas es evidente que se puede someter a cualquier tipo de juicios, sin contar el criterio del autor. En mi caso, bajo la condición de novato deseo manifestar lo siguiente:

No hay duda del mensaje en un cuento en donde aparece una niña que es símbolo de la naturaleza, de la libertad, de la dulzura y de la mujer.
El coartar la libertad a los seres humanos ha representado en vidas humanas un alto precio.

El someter bajo normas establecidas ha llevado a la sociedad a moralizarse de tal manera que no permite el desplazamiento natural de la especie. A Hoy nuestra -especie- sigue siendo bloqueada por una cantidad de normas a las cuales nos hemos sometido sin poder hacer nada , esa revelación ante las normas es lo que ha llevado a nuestra especie a encontrar en nuestro camino otro tipo de dificultades. No sin antes ser causa y efecto de nuestro propio problema.

La libertad , representada en una pequeña niña que se opone a las reglas sociales anti-natura -representada por su madre- pone de manifiesto precisamente eso, la rebeldía que nos caracteriza naturalmente. La manera como has representado el cuadro de entrar al cuarto , a someterse a las sabanas con olor a muerto , manifiesta eso precisamente. Nos convertimos en muertos en cada vez que somos sometidos a las normas contrarias a la normalidad farsante que nos agobia.
Un grupo de borrachos hijos de nuestras sociedades enfermas nos permiten comprender mejor la ausencia de la niña en el columpio, escuchan únicamente murmura. Es imposible que alguien logre ver los umbrales de libertad cuando es esclavo.

Es mi deseo de verter mi opinión, no sin antes manifestar gratitud a tu persona por enseñar el camino a la construcción de patrones culturales dignos de emular.
Un abrazo fraterno.
Edgardo Benitez

Margarita dijo...

Esther, hace días que quería pasar. Este columpio es todo un acierto. ¡Vaya con esa nena…! Si se la hubiera encontrado Amenábar, el director y guionista de “Los otros”... Hmm, por las conversaciones que se traen la mamá y la niña, me supongo que igual ellos ni saben, quizá no se hayan dado cuenta de su nueva situación y por eso siguen discutiendo porque la nena cante bajito para no molestar a los vecinos. Me encantaron los diálogos, son tan naturales que al principio nos engañas completamente.

Lo del “Ta bien…” no tiene precio, me sacó una sonrisa, es tierno, simpático… Lo que te digo, quién te hace preveer.

“—Ta bien, mami…”

La niña montada en un columpio, su vestidito blanco con lazo carmesí a juego con el de la trenza, en fin. Una escena de lo más normal.

¡¿Una licencia poética…?! Fue la primera señal para seguir leyendo más allá de la “bucólica” escena.

“su piel translúcida asomando bajo las puntillas”

Luego otra…

“La luz de las estrellas atravesaba sus párpados”

Hmm las sábanas que huelen a muerto, la maleza, los postigos sucios, ah, y ese columpio arriba y abajo… Menuda escena. Los borrachos se les pondrían los pelos como escarpias, pensarían que estaban viendo visiones.

Se describe toda una situación, se da a entender muchas cosas, con… ¡Pocas palabras! Las justas, ni una más ni una menos. La introducción de las “señales” bien dosificadas y en su momento idóneo. Me parece un cuento redondito. Bueno, ya sabes cómo me gusta este tema. Un gusto leerlo.

Besos,

Margarita

Cristina Puig dijo...

Me ha impresionado el cuento, no deja indiferente para nada. Gracias por los links sobre lo de Prosófagos lo miraré con tranquilidad y tiempo.

Un saludo, fantástico blog!

xarleen dijo...

Por qué será que nadie se resiste a los columpios...

Mónica Bezom dijo...

Hola, Esther: la lectura de este microcuento me ha resultado sumamente poética, etérea, aunque no he dejado de respirar un sesgo amenazante; como cuando se avecina una desgracia en medio de un entorno inquietantemente quieto.

Entonces, de soplar la leve brisa de alguna señal, será tan débil y traslúcida como las puntillas que resguardan en vano una piel inminentemente vulnerable.

Esta impresión personal que me ha producido se desprende del vestuario -acertadísimo-; porque al tiempo de guiar hacia los extremos de violencia, truculentos; no se desentiende de la poesía que trasmiten las imágenes. Esa, tan bucólica, apenas siniestra, escena.

Bajo esta perspectiva, los lazos carmesí en la cintura y en la trenza, contrastando con el blanco del vestido infantil, indican el derramamiento de sangre inocente.

No es difícil imaginar esa cintura empapada en sangre, mientras que el carmesí de la trenza -no otro peinado-, y la trenza es arreglo de la infancia- acentúa el drama, ya que se ha cometido un crimen, tal vez sexual, contra una niña.

Esta fue mi primera interpretación de la historia.

Y me resultó tan... pesada, que me abstuve de comentar, por temor a estar errada.

Ahora, no me importa ya, lo he leído las suficientes veces como para despejarme de dudas mayores. Aunque un poquín dudo, te digo. Pero no creo que se refiera nada más el texto que al ánima de la niña en la hamaca. No.

Esa niña ha sido muerta en circunstancias horribles en manos de borrachos, etc... Ha quedado aterrorizada de sábanas con olor a muerto -¿una mortaja?-; su espíritu quebrado, alado, ha preferido atarse al columpio, donde era feliz un instante antes del crimen, para eternizarse en la paz de las estrellas y perfumes de las flores.

Por otra parte, con tal elección o condena, los causantes no tendrán paz.

Claro, considero la posiblidad de haberme ido a cualquier parte con esta idea. Pero es lo que sugiere. Y el hecho mismo que el texto lo "sugiera", sin manifestarlo con total frontalidad, hace del cuento una oscura, tenebrosa joya.

Te felicito.

un beso.

pedro dijo...

"La niña se impulsó de nuevo, envuelta en el viento del columpio subiendo, bajando, subiendo, la cara levantada al cielo y los ojos cerrados. El lazo carmesí en la cintura hacía juego con el que sujetaba su trenza: una nota de color en el blanco del vestido y de su piel translúcida asomando bajo las puntillas."
No sé si eras consciente de la poesía que desprende esta frase, pues seguro, que de alguna manera anticipabas la vaga imagen de un fantasma. Pero si nos aferramos a la literalidad de la misma, vemos lo que la Rea Academia de la Lengua llama: Manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa.

Todos solemos olvidar que a la poesía no le hace falta el verso para desplegarse en todo su esplendor, y esta frase de "El columpio" nos lo recuerda

Lo único que a mi gusto desentona es esto: entre sábanas que huelen a muerto.

No por las sábanas, ni por el olor, sino por la palabra muertos.

Creo que en esta breve historia de sutiles manifestaciones, todas ellas de indudable belleza, los muertos no han de nombrarse porque están implícitos en la misma. Es como decir que el sol ilumina o que la lluvia moja; se dice, pero no es necesario, o al menos, no aquí.

Porque, ¿qué necesidad hay de hacerlo cuando después se dice de manera tan bella:

"La luz de las estrellas atravesaba sus párpados" primero, y después, "...un columpio subiendo, bajando, subiendo. Solitario, como si bastara la luz de la luna para impulsarlo."

Mïrame, querida amiga, aquí está tu alumno diciendo que deberías eliminar "muertos" de este texto, ¡todo un atrevimiento!

De todas formas, a la escena del columpio y la niña le diste el alma difusa de aquellos a los que no pueden verse. Se palpa, mientras se lee, un frío que se acerca inquietante.

Un abrazo, querida amiga.

pedro.

Anónimo dijo...

Me ha impresionado tu poder para insinuar. Como dicle B. Miosi, dices y no dices. Es una capacidad admirable. Me pasaré con más calma. ¡Nos leemos!

Jesus García L. dijo...

Es dificil decir algo nuevo despues de leer tantos comentarios acertados. Y tambien es dificil no desviar de la memoria lo que Margarita te dice de Almenábar.

Hasta ahora no me atrevía a comentar este texto pero despues de leerlo y leerlo me he decidido.

La rebeldía de la niña a lo evidente es tan natural que no te das cuenta de ella hasta que el columpio asusta a unos borrachos.

El no aceptar la realidad y aferrarse al columpio es tan natural que da miedo.

Todos tenemos algo de esa niña y a la vez de la madre. Nadie quiere er sometido y a la vez desea someter. Pero el columpio es el termino medio. Su balanceo nos devuelve a lo querido y lo acertado.

Es un relato breve que cuando lo lees una vez te impulsa a hacerlo otra, y otra. Hasta que eres tu mismo el que se está balanceando, o el ebrio que se asusta, o la madre o la niña, hasta incluso la pluma que ha desembocado en que el lector se sienta confuso.

Enhorabuena.

Un saludo
clarinete

Esther dijo...

Antes que nada, solicito disculpas a todos los que han pasado por aquí... y durante tanto tiempo Esther sin aparecer.

Realmente he abandonado mi blog !durante meses!

Intentaré reparar tamaño desatino...

Esther dijo...

Blanca, ¿qué puedo decir? Que me gusta mucho, muchísimo, que cada lectura te deje un vaho inquietante rodeándote... !eso sí que le sienta bien al ego del autor! (O sea, yo, jejejeje).

Sí, es uno de mis cuentos más cortos; creo que solo he logrado escribir otro más breve (sabés que no me sale bien el escribir micros...). El que posea efectos perdurables, !todo un elogio!

Cariños,
Esther

Esther dijo...

Vaya, Lobo… ¡qué análisis el tuyo! Inesperado, para mí: has ido más allá del pensamiento de la autora a la hora de escribir, y eso es alentador, es un gusto cuando un lector encuentra todavía más ideas que aquellas que quise plasmar. Como decís:
“Cuando la mentalidad se atreve a emplear figuras donde aparecen fantasmas es evidente que se puede someter a cualquier tipo de juicios, sin contar el criterio del autor.”

La niña, como símbolo de una libertad que debería ser natural pero que termina, siempre, reducida, encadenada. El olor a muerto, símbolo de esa restricción a la libertad, impuesta, a la que la niña se resiste. Y los borrachos, que perciben, intuyen, pero ya enfermos en una sociedad enferma, no pueden ir más allá que eso, que intuir.
Hay dos frases en tu comentario que me impactaron especialmente:

“El coartar la libertad a los seres humanos ha representado en vidas humanas un alto precio.”
“Es imposible que alguien logre ver los umbrales de libertad cuando es esclavo.”

Gracias por haber pasado por aquí, Lobo. Y sobre todo, por tu interpretación, que ha dejado en qué pensar…

Cariños,
Esther

Esther dijo...

Margarita dice:
“Se describe toda una situación, se da a entender muchas cosas, con… ¡Pocas palabras! Las justas, ni una más ni una menos. La introducción de las “señales” bien dosificadas y en su momento idóneo. Me parece un cuento redondito. Bueno, ya sabes cómo me gusta este tema. Un gusto leerlo. “

El gusto es mío, Margarita, por tu lectura y comentario. Las palabras, pocas, justas, ni una más ni una menos, me costaron bastante. Bastante uso de tijeras, quiero decir; la primera versión era bastante más extensa.

Sinceramente, sí pensé en “Los otros” mientras escribía. No sé si la niña sabía o no que estaba muerta, pero bien puede ser que no lo supiera, ¿no es así? Su familia, tampoco. Los borrachos la hubieran identificado como fantasma, claro… pero ellos no alcanzan a divisarla. Solo el movimiento del columpio. A lo mejor se repusieron rápidamente del susto, imaginando que ese movimiento era producto del alcohol. Prefiero pensar que no: que se sintieron parte de una magia.

Cariños,
Esther

Esther dijo...

!Gracias, Cristina!

Me alegra que el cuento no te haya dejado indiferente... !hermoso cumplido, el tuyo!

Abrazos,
Esther

Esther dijo...

Hola, Xarleen... qué pregunta la tuya, jejejeje.

No sé...

Pero es difícil resistirse a ellos, ¿no es así?

Gracias por pasar por aquí.

Y un abrazo,
Esther

Esther dijo...

Bueno, bueno… esto es de lo más halagueño para mí… que el texto transmita una imagen de inquietantemente quieto, de algo etéreo pero en cierta forma amenazador.

Puntillas, blanco y carmesí: sí, el vestuario es fundamental para el cuento, como bien señalás; allí tiene que hacer pie esta cualidad de poética… bella, pero también siniestra. Levemente siniestra. La vulnerabilidad de la niña (en la piel, en ella) también es otra pincelada que apunta a esa poética amenazadora.

No, no te fuiste a cualquier parte con tu interpretación… no es exactamente lo que tenía en mente la autora, pero la interpretación es bien válida, y este es un micro que, como decís, sugiere más de lo que cuenta, y el “sugiere” será diferente de lector a lector. Los borrachos, entonces (que no tendrán paz) quedan atrapados en la misma escena de su crimen: verán el columpio subir y bajar (vacío)… y quizás sean conscientes de que la niña es la que mueve ese columpio, una niña que no pueden ver, pero que saben que está allí. Pero la niña no los ve a ellos: no ve a sus victimarios, porque en su dimensión, ella eligió eternizarse en una felicidad de cantos en el columpio; en esa felicidad, todavía no hay borrachos, y entonces, no los habrá nunca.
(Ja… fíjate… ¡continué tu interpretación y todo! Está bueno, esto… digo, el castigo a los victimarios por parte del fantasma sucede sin el propósito deliberado del fantasma… la niña no desea atormentarlos, es su felicidad la que termina atormentándolos, con el columpio que ven vacío y moviéndose).

Mmm… pues en esta interpretación ¡acepto halagada el comentario de que el cuento es una oscura, tenebrosa joya!

Abrazos,
Esther

Esther dijo...

Ah, Pedro,!qué hermoso leer este comentario tuyo! Porque si para vos en este cuento hay poesía… ¿qué más puedo esperar o pedir? ¡El autor de Los pensamientos…”!

Es cierto, tienes razón, tendemos a olvidar que “poesía” no es sinónimo de “verso”. Me halaga que digas, entonces, que el primer párrafo nos recuerda que no son sinónimos.

(alegre me siento, Pedro, leyendo estas líneas tuyas… O mejor dicho, exultante)

“De todas formas, a la escena del columpio y la niña le diste el alma difusa de aquellos a los que no pueden verse. Se palpa, mientras se lee, un frío que se acerca inquietante.”
¡Gracias!

Y… pensaré en si vale o no dejar “muertos”.¿Sabés? Ni por un instante pensé en ello, no hasta leer tu comentario. Y el caso es que bien puedes tener razón. ¡Deberé meditarlo!

Cariños,
Esther

Esther dijo...

Jajajaja... naTTs... !insinuar y no decir! Ambas estamos compartiendo lo que es casi una obsesión, ¿no?

Pero, confesaré, este micro es bastante particular al respecto, entre lo que he escrito. Pues... por eso, creo, me gusta también mucho a mí.

Cariños,
Esther

Esther dijo...

Jesús/Clarinete… ¡hola! Bienvenido a este blog —que estoy resucitando del fondo de la historia, jejejeje—; no había leído antes tu comentario… Y me gustó mucho lo que decís:

“Es un relato breve que cuando lo lees una vez te impulsa a hacerlo otra, y otra. Hasta que eres tu mismo el que se está balanceando, o el ebrio que se asusta, o la madre o la niña, hasta incluso la pluma que ha desembocado en que el lector se sienta confuso.”
Vaya. Clarinete, ¡sí que me emociona leer algo así!

Como otras veces que he leído comentarios tuyos, me llama la atención la capacidad de interpretar un texto mucho más abajo de la superficie:
“La rebeldía de la niña a lo evidente es tan natural que no te das cuenta de ella hasta que el columpio asusta a unos borrachos.”

Gracias por pasar, compañero… y por dejar un comentario como este.

Abrazos,
Esther